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Quedan en la azotea

Es agosto y en la azotea hace calor. Da el sol durante todo el día así que nos quitamos la camiseta. Abrimos la silla de plástico y encendemos la maquinilla. Puede parecer banal pero hace falta mucha confianza para dejar a alguien a cargo de tu pelo. Y mucho amor. Con ellas hay de sobra. En la azotea no nos ve nadie, podemos hablar, mirarnos, no taparnos las tetas y mirar desde arriba. El cuerpo se relaja y se destensa cuando está entre cuerpos parecidos. Las piezas encajan y las diferencias se compensan. La guardia se baja y te sientes bien. Me gusta cortarles el pelo y raparlas, dejarlas y que me dejen perfecta. Es como enfocar su imagen, haciendo que sean ellas, nítidamente. Lo hacemos en la azotea para no manchar dentro. Los pelos pequeños son más difíciles de recoger, así quedan en la azotea. Y se los lleva el viento.

Volver


Han pasado casi siete días. Hoy he explotado, si llego a quedarme un día más igual no lo cuento. Vuelvo a Sevilla y se me hace raro usar la palabra volver. Casi siempre que hablo de mis tránsitos entre Chipiona y Sevilla al primero le acompaña un “volver a” (volver a casa, volver con mis padres, volver al pueblo) y al segundo un “ir a” (ir a la universidad, ir al piso, ir a hacer cosas). Hoy sin embargo siento que vuelvo a Sevilla. Voy escuchando música y a pesar de que subo el volumen no consigo silenciar el traqueteo de maleta rodando por la acera mientras cruzo la calle Don Fadrique. Voy tirando de la maleta, no es ella la que tira de mí, voy lenta. Cuánto pesa. Cuánto pesan esos días en Chipiona. Mi cara también pesa y me cuesta mirar hacia arriba. Cuando estoy triste mi cara engorda. Creo que es debido al esfuerzo por intentar no llorar. La tristeza se acumula en el entrecejo, en los ojos y en la boca. Aprieto. Voy a contracorriente, todas las personas que me cruzo van a salir un viernes noche, tienen esa energía. Me cruzo a mi compañera de piso, que también va en dirección contraria. Sin bajarse de la bici me grita “hola, voy tarde, te quiero”. Son solo dos segundos en los que solo me da tiempo a levantar la mirada y decir hola antes de romper a llorar. Se me acaba el tiempo con ella, en poco se va dos meses a Perú y ya la hecho de menos. Lloro y pienso en que solo quiero soltar la maleta y contarle cuánto me pesa, pero se tiene que ir a trabajar. Últimamente nunca coincidimos. Veo el portal y acelero. Entro en casa y por fin suelto la maleta. Pero sigo cansada, sigue pesando.

Me pediste un nacimiento y no podía parar de pensar en nosotras

Texto para la Agenda Comadre con la temática «Amigas»

Me gusta pensar en que todas las decisiones que he tomado, todos los caminos que elegí (y los que descarté) me han llevado a conocer a mis amigas. Y es que con cada una de ellas he nacido. Mis amigas son espejos de quién soy, de mis mejores cualidades, de mis peores defectos, de mis dudas, de mi pasado y de mis sueños. Ellas me han llevado a otras realidades, me han hecho nacer en otros mundos y me han mostrado reflejos de mí misma que ni sospechaba que existían. Esto me lleva a hablar de la autoestima. Durante un tiempo pensé que “mejorar tu autoestima” consistía en sentarse, mirarse al espejo, repetir algunas frases y quererse más. Ahora sospecho que mi autoestima siempre ha sido la misma*, lo que ha ido cambiando ha sido la gente a mi alrededor, los espejos donde me miro, donde me veo reflejada. Los ojos de mis amigas han hecho que me quiera más. Su amor me ha hecho más valiente. Con ellas me siento segura y acompañada. Lo que yo sentencio que son defectos o inseguridades, es transformado por mis amigas en algo bueno y me devuelven una imagen de mí misma a la que no me da vergüenza mirar. Los defectos que considero molestos e insoportables son abrazados por mis amigas y me recuerdan “no te rayes, no pasa nada, te queremos igual, nadie es perfecto”. Y esto último es muy importante, a pesar de todo lo que he dicho anteriormente, no quiero idealizar a mis amigas. Me enfado con ellas, tengo celos y a veces me hacen pasar malos ratos cuando me preocupo por ellas. Pero merece la pena. Merece la pena porque sin ellas no existiría, no habría nacido.

*Nuestro valor siempre es el mismo. No depende de nada. De cómo seas físicamente, de lo que consigas, de las series que ves, de la ropa que usas… Nuestro valor es único, constante, no cuantificable y no necesitado de justificación. El capitalismo y otros males se esfuerzan en hacernos creer lo contrario pero LAS AMIGAS nos recuerdan la verdad una y otra vez.

Collejas y respeto

Durante una temporada los chicos de mi grupo de amigxs empezaron la broma de darse collejas. Es una forma de estar de coña y echar el rato. También implica una relación de deuda (tú me das una colleja y yo te la devuelvo). También implica complicidad, amistad, camaradería y, lo que me parece lo más importante respeto. Ser vistx como igual.

Desde un principio vi esto como algo gracioso y quería formar parte de ello. Mis amigos se lo pasan bien, yo también quiero. Además, parece que de alguna forma es una señal de cariño. Se quieren lo suficiente como para dar y recibir collejas y seguir siendo amigos.

No sabía como incorporarme a la dinámica, ¿a quién le doy? ¿Cómo? ¿Cuándo? Parece que a ellos les sale natural.

Lo empecé a hacer, pero no parecía encajar del todo, es como si cuando lo hiciera yo fuera raro. Intentaba copiar la forma en la que lo hacían, seguir la coreografía y hacer que pareciera natural, pero no salía del todo bien. De hecho, uno de ellos no quería devolverme la colleja, es decir, no me veía como igual. Yo insistí en por qué no, y no hubo respuesta clara, pero todas sabemos por qué.

Esto me hizo pensar en ¿por qué quiero dar collejas? Si indago un poco me encuentro con la vergonzosa respuesta de “porque lo hacen los chicos” y yo quiero participar de su diversión. Quiero intentar romper con las barreras que separan lo masculino de lo femenino. Que sólo los chicos se den collejas no va a hacer que yo no las de. No siempre me siento cómoda con la feminidad, así que quizás intento moverme en otros espacios. Pero en esos otros espacios, que quizás solo me llaman la atención porque no puedo formar parte de ellos, no me tratan como igual. Da igual que vaya rapada, da igual que lleve ropa ancha, da igual que me gusten las chicas, sigo siendo tratada de forma distinta.

Ahora quiero cambiar la perspectiva de la pregunta, ¿por qué las chicas no damos collejas? ¿Por qué no nos pegamos ni hacemos bromas sobre el tamaño de nuestro coño o nuestras tetas? ¿Qué otras formas tenemos de expresar respeto y amor o de estar de coña de manera cariñosa?

Pues nos abrazamos. Nos preguntamos qué tal el día y nos besamos. Nos damos la mano y nos fijamos en nuestra mirada para saber si algo va mal.  Nos ofrecemos apoyo incondicional y nos repetimos 1 millón de veces tía si necesitas hablar ya sabes. 

No necesitamos pegar. No necesitamos competir para dar cariño. No tenemos la deuda de si tu me pegas yo te pego. No necesitamos ser más ingeniosas o hablar más alto.

Quizás “la lucha” no sea (solamente) conquistar los espacios masculinos para que ya no sean solo masculinos. Quizás la lucha no sea querer ser como uno de ellos. Quizás la lucha es mirar a mis amigas y querer participar y crear dinámicas con ellas. Querer ser más como ellas. Ellos hacen más ruido, ellos tienen menos vergüenza, ellos tienen más confianza y ellos hablan y no son interrumpidos. Pero no significa que lo que hagan sea mejor. Ni más guay ni más deseable.

¿Creo genuinamente que mis amigos son muy divertidos y guays? Sí, no quiero quitarle valor a ellos como personas. Pero también sé que mi admiración por ellos muchas veces se pasa de la raya y que los subo a un pedestal porque sí. No utilizo los mismos criterios para decidir esto mola o no mola, cuando lo hace una amiga o cuando lo hace un amigo.

Creo que estaba más en paz conmigo respecto a este tema antes del Erasmus. La pick me girl que había en mí estaba en hibernación, pero llegar a un nuevo sitio sin conocer a nadie la despertó, y el encajar, parecer divertida y ser aceptada fue una prioridad antes que pararme a pensar

¿Es realmente para tanto, o simplemente lo está haciendo un hombre y asumimos que es divertido/deseable/interesante?

Fin por ahora.